GENTES, COSTUMBRES, FOLCLORE, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE CASTELLÓN:
EN HOMENAJE A MI TIERRA Y A MI PAÍS....
Por: JUAN E. PRADES BEL, autor de los proyectos: "RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR", "HISTORIAS DEL MAR", “ESPIGOLANT CULTURA: Taller de historia, memorias, crónicas, patrimonios y humanidades", y otros.
"LA FESTIVIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA. LA VELADA DE SAN JUAN".
Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL. ("Las historias escritas que me acompañan, me ayudan a pensar, a imaginar, a vivir, y a experimentar un mundo de vidas muy diferentes a la mía". J.E.P.B.).
EXPOSICIÓN: La festividad de la Natividad de San Juan Bautista, tiene para mí una connotación especial, es el día de mi santo y el de mi abuelo “Batiste” (EPD), decir que llevo el nombre de mis dos abuelos (Emilio y Juan Bautista). Con estos antecedentes siempre he tenido interés por conocer y sentir con emotividad la profundidad de esta festividad cristiana, necesité aprender más después de haberme casado joven, con 21 años, y tener a mis dos hijos.
- En nuestra pequeña familia para pasar la noche de San Juan, teníamos la costumbre de hacer como plato principal para cenar una “ruga” de pan con longanizas, carne de magro y “mullà”. Otros años pastábamos harina y cocíamos al horno unos “cocs” de pasta de pan, y por encima las viandas de magro de cabeza de lomo, longanizas, chorizo y la “cansalà”, y nos íbamos a cenar a la “vora de la mar”, y posteriormente a las doce de la noche saltar las olas y pedir los deseos. Tengo que aclarar que este tipo de vianda tenía dos nombres, si íbamos a la playas de Torrenostra era el Coc (¡¡¡Pasam el coc!!!!), si íbamos a las playas de Alcalá- Capicorb -Alcossebre a dicho “coc” pasábamos a llamarle con la cita propia local de “borrego” o “borreguet” según el tamaño de la “llanda del forn”, tal como llaman a esta popular preparación gastronómica típica de Alcalá de Xivert, de singular nombre, el cual me gusta mucho, por la expectación que fomenta en la mente del profano extrañeza, al escuchar decir (¡¡¡Pasam o donam el borrego!!!!).
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Cada año que pasaba sentía más necesidad de ir ampliando conocimientos, y el
aprender más sobre esta festividad para enseñar las costumbres locales y
comprender más sobre el por qué íbamos al mar hasta pasada la medianoche y
saltábamos las olas con lo deseos. Para entretenernos hasta pasada la medianoche
llevaba dos cañas de pescar, y diversos textos que personalmente leía a la luz
de la linterna de pesca, para inducirnos a entender la complejidad y las curiosidades
de esta noche mística y sagrada de la cristiandad.
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De los diversos textos de leyendas sobre San Juan, que traíamos cada año para
leer sentados en el “cudolar” junto al mar, la más veces leída fue “La Velada
de San Juan” escrito en el año 1846 por el escritor andaluz José Giménez
Serrano (1821-1859), catedrático, periodista, erudito y literato, nació en Jaén
el 12 de diciembre de 1821, bajo el signo zodiacal de sagitario. Este escritor
del siglo XIX descifraba la noche con un estilo de prosa descriptiva y muy
emotiva, que paso a trascribir la leyenda a continuación, como memorial
homenaje y recuerdo a J. Giménez Serrano:
Semanario pintoresco español. 28/6/1846, n.º 26. LA VELADA DE SAN JUAN (AÑO 1846).
I.
- Las mieses de la ancha vega granadina están doradas, las espigas comienzan a
inclinarse dobladas con el peso de los granos, los delicados lirios han perdido
el azul tornasolado de sus llores, blanquean las hojas de los álamos, y los
árboles frutales se ven matizados con los graciosos ramos de la oriental cereza
color de escarlata, con las lujuriosas flores de la granada, con el gustoso
albaricoque manchado de púrpura y con la poética manzana de tintas de rosa.
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Las flores del amor sencillo se han agostado; solo brotan claveles de aroma
penetrante de encendidos colores, jazmines reales y moriscos, azucenas
amarillas y amargas adelfas de venenoso aliento.
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El sol derrama sus ardientes rayos por la tierra, y quema las plantas y agota
las fuentes. Es cálida y melancólica la tarde, y la aurora tiñe de rojo y
anaranjado su manto con la espesa polvareda de las campiñas.
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Los pájaros abandonan sus crecidos hijuelos, y se esconden en las ruinas y en
los bosques: solo canta la monótona chicharra en la sublime soledad de los
valles.
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Los segadores se acercan en alegre tropa. Ha llegado el estío. Es necesario
cambiar de costumbres y de traje, seguir a la naturaleza. El calor fatiga
nuestro cuerpo, apenas encontramos aire que respirar durante el día, y solo en
la noche puede decirse que vivimos, y que se espacia el corazón y el alma se
recrea.
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Este es el origen natural de las veladas tan antiguas como el mundo, la
primavera tiene su fiesta de flores, el otoño sus danzas y sus bacanales, y el
estío sus nocturnas serenatas, sus algaradas, sus fuegos, sus poéticas
verbenas.
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Los druidas en el fondo de sus bosques eternos celebraban con venerandas
ceremonias, augustas procesiones y ostentosos triunfos la venida del estío.
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Los orientales encendían colosales hogueras y mojaban sus cabellos, cantaban
romances fantásticos y ensayaban medios de adivinanza y de encantamiento,
porque la entrada del estío era favorable para los agüeros y conjuros.
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Los cristianos hemos unido estas alegrías a una festividad religiosa muy
célebre en todos los pueblos, a la natividad de San Juan Bautista, al
nacimiento del precursor.
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En Granada, el 23 de junio, apenas asoma la luna por las empinadas crestas de
la Sierra de la Helada, tornando en plata la nieve y en nácar las nubes; cuando
un alegre concurso comienza a inundar las orillas deliciosas del Genil.
Divertidas tropas de gente alegre y decidora, con airosa mantilla y ropa corta
para el garbo las unas, con pálida chaqueta los otros, vienen a mezclarse con
los aristocráticos y cuotidianos paseantes.
-
Bulliciosos círculos animados con el son, atractivo y revoltoso de los aires
populares, con el repique de las castañuelas, de los platillos y de las
compasadas palmas, turban el silencio de la concurrencia.
-
Las sombrías alamedas y los espesos jardines brillan con el reflejo de los
faroles, estrellas de aquel opaco cielo, y como un sol, como una pirámide de
hierro candente, o una catarata bañada por el sol se eleva frente del Lavadero
de las Negras, sombreado por melancólicos sauces, una fuente de extraña labor
cuajada de vasos de resplandecientes colores.
-
La noche se avanza a pasos de gigante, se acerca la hora en que toca a su
mitad, la luna parece un globo de plata mate suspendido de la clave de la
bóveda azulada: todas las avenidas vomitan más y más gente. Crece la vida, el
movimiento, se aumentan los empellones, las músicas, los chistes y los gritos.
La oscuridad protege a los amantes, las sombras convidan a la franqueza, y aun
a la desenvoltura. Todo es confusión y desorden: aquí murmura con voz
destemplada una vieja, allí bailan, chillan, cantan y jalean. Gritan los
muchachos, se desgañitan los vendedores de dulces y refrescos, bravean los
matones, se ríen los “calaveras”, se aturden las madres, se pierden los novios,
riñen los casados, requiebran las hembras de vida libre, corren los unos, se
atropellan los otros y todos se mueven, agitan y circulan, todos quieren
alegría y contento….
II.
- La inmensa turba parece que calla por algunos instantes. Sin duda se acerca
el momento solemne. Ya suena el reloj de la catedral, y el silencio sepulcral
que reina, se asemeja al de los náufragos cuando esperan el segundo cañonazo de
socorro....
-
¡¡¡ LAS DOCE !!!... gritan al fin en coro universal que rompe los aires como el
estruendo de una tormenta de los mares.
-
¡¡¡ LAS DOCE !!!...y todos se arrojan como desesperados a bañar su rostro y sus
cabellos en las aguas que riegan las alamedas, o en el redondo mar de la bomba
semejante a un escudo de acero bruñido rociado de perlas. Parecen una banda de
gaviotas cuando se arrojan chillando sobre las olas, levantando mangas de
lluvia con sus alas.
-
¡¡¡¡ Las doce de la noche de San Juan !!!... ¡Hora poética y de extrañas
tradiciones para el pueblo andaluz oriental como su nombre, hora en que las
ondinas salen de sus palacios de esmeralda para ofrecer con pródiga mano al
pasajero sus tesoros de coral y perlas!, ¡Hora en que se abre la tierra para
dar paso a los seres encantados que pagan su fácil libertad con montes de oro y
pedrería!, ¡En que los genios maléficos esconden sus garras, bajan sus clavas
terribles, y amansan la expresión de sus rostros atezados y deformes! ¡Hora en
que las Hadas envueltas en sus ropas de gasa plateada, rodeadas de una aurora
de luz, coronadas de olorosas flores y con la vara mágica entre sus dedos
buscan a los mortales para darles felicidad sin límites, y más goces que
pudieron crear en sus dorados ensueños!, ¡¡¡Hora, en fin, de los amores
fáciles, de las apariciones fantásticas, de las doncellas encantadas y
cautivas, de los palacios y de los jardines orientales !!!.
- A las doce visten los amantes con ramos y frutas la ventana de sus amadas; las vírgenes ven presagios de amores en el color de las rosas, las preciadas de hermosura preparan aguas para blanquear su cutis y conservar las trenzas ricas de sus cabellos; los niños siembran creyendo coger el fruto maduro a los primeros rayos del Sol; el labrador estudia los cielos y forma conjeturas sobre la cosecha y la simiente;
- La esposa del marino ausente mira el movimiento de las olas, y quiere adivinar la suerte del que surca los mares; las viejas cuentan hechos espantosos y de portento. Cuajan las almendras, se corona de luz fosfórica el cerro del Sol, cuyas plantas besa el Darro, y que mantiene en su cumbre al palacio de Generalife, crece la albahaca en las márgenes de la fuente agrilla y de la gayomba, y se oye gemir a los moros en los bosques de la Alhambra, y ofrecer sus tesoros escondidos porque los dejen volver. La naturaleza en su mayor desarrollo parece que tiene mayor vida, y que se renueva bella y vigorosa como al salir de manos del Criador.
III.
Las filas de aquella falange tan animada que hace poco contemplábamos se van
aclarando, las músicas se dispersan y las notas armoniosas de las guitarras
llegan perdidas en las ondas del viento recreando nuestros sentidos, los
círculos se parten, deshacen-se los grupos, y cada cual busca sus hogares.— Son
las dos.
IV. Todo está solitario y más triste que las noches anteriores, como la casa paterna cuando la hallamos abandonada, que el recuerdo de las pasadas alegrías, es siempre dolorido, aunque agradable. Los bosques han recobrado sus misterios, las fuentes derraman con sus palmas de aljófar fresca niebla en los aires, las flores abren sus cálices para gozar de la alborada, los faroles tienen reflejos lúgubres, la pirámide de vasos de colores no es ya una ascua de oro, tiene tintas azufradas. Alguna melancólica copla de rondeña entonada por un amante en la reja de la señora de su alma, algún cantar perdido en los pliegues del viento, como un susurro o un quejido, el báquico ruido de alguna orgía de taberna, los gritos lejanos de alguna riña, son los únicos sonidos que ya se perciben.
- La luna va a hundirse en el Occidente con el coro de estrellas que le sigue. El cielo comienza a clarear en el Oriente, sopla la brisa más fría y cantan los gallos con ronca y aguda voz: se acerca la mañana.— Son las tres.— La velada pasó. J. GIMENEZ SERRANO.
ADDENDA, ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS EN EL ARTÍCULO. (POR JUAN EMILIO PRADES):
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